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Reportaje:

Pacto muy lejano

Solbes y Montoro prepararán la 'cumbre' económica entre Zapatero y Rajoy aunque el acuerdo es complicado

Carlos E. Cué

Poco a poco y con mucha cautela, la ideología ha llegado también al debate sobre la manera de enfrentarse a la crisis económica. A cuentagotas, evitando los grandes titulares, el PSOE y el PP han ido dejando claras sus diferencias. Si a ellas se suma el escaso interés estratégico que, según fuentes de ambos partidos, tiene en este momento un gran pacto económico que anularía el campo de choque natural entre derecha e izquierda, lo que queda es una batalla de imagen para ver quién es menos pactista.

El lunes por la noche movió ficha José Luis Rodríguez Zapatero. Llamó a Mariano Rajoy para citarle, sin fecha, en La Moncloa para hablar de economía. Ayer, a primera hora, jugó Rajoy: "Yo no voy a Moncloa a hacerme la foto. Quiero una reunión preparatoria entre Solbes y Montoro para hablar en serio, de economía". Moncloa respondió rápido, y a primera hora de la tarde dio por hecha la reunión previa entre los dos máximos responsables económicos de los dos bandos.

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La pelea por ver quién rompe la baraja continúa. Y sin embargo, todos asumen que el pacto es imposible. Rajoy, instalado en su posición liberal en lo económico -aunque sin llegar a los extremos de Esperanza Aguirre, la presidenta de Madrid, que ayer faltó a la conferencia económica de su líder organizada por Europa Press después de haber confirmado su presencia- se mojó ayer mucho más de lo habitual.

Una semana llevaba el PP mareando la perdiz sin decidir si apoyaba el plan de George Bush, que implica inyectar 700.000 millones de dólares en la economía y es la antítesis de una política liberal. Sólo ayer, después de que el plan fracasara en el Congreso de EE UU, Rajoy se mojó y reivindicó su liberalismo: "A mí no me gusta que los contribuyentes tengan que pagar los excesos de otros. Probablemente, el plan que había planteado el presidente Bush no era una medida buena, pero no sabemos si otras medidas distintas eran una alternativa mejor. Lo que no se puede hacer es intervenir de matute, sin que la gente sepa lo que va a ocurrir", criticó.

Mientras, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, señaló la semana pasada que "comprende y respalda" el plan de rescate de Bush para hacer frente a una "circunstancia excepcional".

Aún más evidentes son las diferencias en lo que tiene que ver con la crisis en España. En cuanto al mercado laboral, cuyas modificaciones han marcado en algunas ocasiones huelgas generales que han dividido ideológicamente al país, el PP tiene muy claro que hay que reformarlo para ayudar a las empresas y evitar que haya más paro. Sin llegar a hablar claramente, como la CEOE, de abaratar el despido, Rajoy ha pedido una reforma consensuada, como la de 1997. Nada dice el líder del PP de la de 2002, ya con mayoría absoluta, que provocó una huelga general. Mientras el PP quiere tocar los contratos, Celestino Corbacho, ministro de Trabajo, ha descartado cualquier reforma laboral.

Más clara es aún la diferencia en cuanto al gasto público. El PP no se atreve a decirlo en público, por el coste de opinión que tendría, pero en privado sus dirigentes plantean la necesidad de congelar salarios a los funcionarios. Los populares, en su ortodoxia liberal, están en contra del déficit del 1,5% que ha planteado el Gobierno para 2009, aunque insisten en que no recortarían de gastos sociales y no explican dónde aplicarían la tijera. Las enmiendas a los Presupuestos, que se empezarán a preparar ahora, tal vez aclaren algo más y dejen en evidencia las diferencias ideológicas aplicadas a la economía.

Mariano Rajoy, ayer durante un desayuno informativo.
Mariano Rajoy, ayer durante un desayuno informativo.ULY MARTÍN

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